Sobre el blog: ¿Cómo llegué aquí?

Quienes me conocen saben que siempre he tenido muchas dificultades para definirme a mí misma espiritualmente. Crecí en una familia muy católica, y desde que tenía 11 hasta los 15 años me obligaban a ir a la iglesia; incluso nos unimos al coro de allí, y después formamos nuestro propio coro. Si bien tengo algunos recuerdos bonitos, la iglesia católica me dejó con una serie de traumas que tardé mucho tiempo en sanar y superar. Me enseñaron que Dios me odiaba por ser trans, y que me iba a mandar al infierno por algo que yo ni siquiera pedí. Hubo un tiempo en el que, por las noches, lloraba y le reclamaba a Dios que por qué me hizo así si me iba a odiar. No lo entendía y no estaba dispuesta a aceptar algo así.

A los 15 años, cuando comenzó la pandemia, decidí salirme de la iglesia, y mi familia respetó mi decisión. Entonces me volví atea, y mi resentimiento hacia la creencia judeocristiana fue tan grande que incluso sentía asco con sólo pensar en ello. Sin embargo, siempre seguí buscando algún camino espiritual que me hiciera sentir realizada. A los 16 me convertí al islam —estando consciente de que se trataba del mismo Dios—, pero a los 18 me salí porque habían muchas cosas con las que no estaba de acuerdo, y que progresivamente me hicieron perder la fe, además del rechazo y odio por parte de otros musulmanes debido a mi identidad.

A los 19 probé con el neopaganismo —específicamente la brujería ecléctica—, y si bien pasé cosas muy lindas allí y tengo recuerdos muy bonitos, terminé dejándolo porque no sentía que me llenaba.

Mi punto de inflexión ocurrió cuando supe que quien ahora es mi mejor amigo era cristiano, siendo que él también es transgénero. Me intrigaba demasiado cómo él pudo reconciliar su fe con su identidad, así que le pedí que me enseñara su propio punto de vista. Estuvimos durante varios días conversando y aclarando todas las dudas que yo tenía, y entonces empecé a considerar seriamente esa opción.

La noche del 25 de noviembre de 2024 salí de la universidad como de costumbre. Encendí el coche para irme a mi casa, y entonces me di cuenta de que el ventilador que enfría el motor no encendió, y realmente no tenía forma de arreglarlo. Conducir un automóvil de esa forma provoca que el motor se caliente más de la cuenta, y con ello corre el riesgo de “desbielarse”. Era de noche en una zona no muy bonita de uno de los municipios con la tasa de crímenes de robo más alta en México. A mí hasta se me bajó la presión del susto, estaba temblando y no sabía qué hacer. Entonces decidí rezar y pedirle a Dios que me dejara llegar a mi casa a salvo.

Como por arte de magia todo el tráfico desapareció. Todo el rato me llevé el coche en segunda para no calentarlo de más, y pude llegar a mi casa en más o menos el mismo tiempo que suelo hacer yendo a velocidad normal con el tráfico caótico tan característico del Valle de México. En cuanto llegué a mi casa le mandé mensaje a mi amigo, diciéndole que me quería volver cristiana.

Alrededor de una semana después, mi amigo me mandó una playlist con música cristiana. La puse con mis audífonos durante la noche, y a la mitad de esta canción de repente me sentí muy amada, y acto seguido me puse a llorar durante 40 minutos. Pero no lloraba de tristeza, sino de felicidad, de júbilo y de paz. Mi vida acababa de cambiar por completo.

Sin embargo, la guachafita tampoco me duró tanto. Cometí el error de empezar a consumir de forma excesiva contenido cristiano en internet: prédicas, canciones, opiniones, y hasta memes. Muy rápidamente mi YouTube y mi Instagram se llenaron de conservadores fomentando discursos de odio. También se hizo frecuente la gente que se toma la biblia de forma literal sin darle ningún tipo de interpretación, y que incluso critica y se burla de quienes sí interpretan los textos. Sin darme cuenta me estaba dejando manipular por esta gente, y entonces estaba lentamente volviendo a ese dios odioso, injusto y berrinchudo del que me había alejado a los 15 años, y estuve a nada de perder la fe. Una querida amiga me ayudó muchísimo con eso, y me dio muchos consejos que me sirvieron para recapacitar y reflexionar más sobre el tema, además de que me comuniqué con la gente de mi iglesia, quienes me dieron muchísimo apoyo para poder continuar lo que ya había comenzado.

Desde entonces estuve investigando muchísimo, leyendo, hablando con gente y aprendiendo, ahora creo en un Dios que me creó tal y como soy y que tal y como soy me ama. Un Dios que no castiga, sino que da consuelo y ampara para ayudarnos a crecer y mejorar como personas. Un Dios que no creó al mundo en 6 días como si fuera magia, sino que creó al mundo de la manera científica, en miles de millones de años, y que lo hizo simplemente porque nos ama. Un Dios que no nos obliga a nada ni nos pone condiciones y, sobre todo, un Dios que está manifestado en todas las cosas que vemos, sentimos y somos. No un Dios que está arriba en el cielo y que es inalcanzable, sino uno que está dentro de nosotros y que nos acompaña en todo momento. Un amigo, un padre, un ser que nos ama incondicionalmente.

Mi vida dio un giro de 180 grados. He estado aprendiendo a perdonar, a ser más amable, a no tratar de obligar a los demás a ser como yo quiera, a no odiar y, sobre todo, a cada día volverme una mejor Mónica. Mis opiniones políticas son exactamente iguales —para mí la religión no tiene nada que ver con eso—, si acaso soy ligeramente más progresista y más izquierdista que antes, pero lo que soy como persona y mi manera de manifestar mi amor tanto hacia mis seres queridos como hacia mis haters se está transformando de una manera sin precedentes.

En este blog colocaré mis reflexiones y lo que voy aprendiendo, a manera de diario. A menudo necesito escribir las cosas que pienso o que aprendo, y usar un cuaderno o alguna otra herramienta se me dificulta un poco, así que eso accionó a que creara este blog. ¡Espero que le sirva de apoyo a quien lo necesite! Que Dios lxs bendiga y muchas gracias por el apoyo <3




Escrito por una humana, NO por IA. Con licencia CC BY.